lunes, 4 de enero de 2016

El funeral del perezoso



En un pueblo, en el que abundaba el trabajo y la comida, un perezoso estaba a punto de morir de hambre.

Se reunieron el alcalde, el párroco, el consejo municipal y el defensor del pueblo, y por unanimidad acordaron enterrar vivo al perezoso; porque para el pueblo sería un desprestigio que alguien muriera de hambre.

Cogieron cuatro tablas, armaron un cajón, metieron al moribundo, y salieron con él rumbo al cementerio.

Una señora preguntó:
- “¿Quién murió?”.
- “Nadie” –le respondieron;
-  “¿y entonces a quien llevan ahí?” –insistió.
- “Al perezoso que lo vamos a enterrar vivo antes de que muera de hambre” –le explicaron.
- “No, no, no hagan eso –exclamó la señora–, yo con mucho gusto regalo un kilo de azúcar”, Otra señora regaló 10 gallinas; un señor, puso una carga de arroz, más un bulto de papas; un hacendado donó un barril de leche, 50 arrobas de queso, una carga de plátanos y otra de yucas. Todos, todos, todos los paisanos donaban, donaban y donaban comida por montones.
Cuando iban llegando al cementerio desistieron del entierro porque el moribundo ya tenía comida suficiente para 100 años.

El perezoso sacó la cabeza, y preguntó:
- “¿Quién va a cocinar todo eso?”.
-  “Pues, usted” –le contestaron. 

Y el hombre exclamó:   “Entonces… ¡que siga el entierro!”.